A veces pareciera que las redes sociales nos pusieron en una carrera, imposible de ganar, contra el espejo. Y en parte es cierto. El hecho de que nuestra cara aparezca a cada rato en la vida de los demás, como si cargaran nuestras fotos en la bolsa del pantalón, ha provocado que nuestra imagen se vuelva un tema cada vez más relevante. Pero la realidad es que la preocupación por vernos bien encierra otra preocupación aún más grande, que existe desde antes de que el internet apareciera. Es más, qué digo “el internet”, antes de que descubrieran la electricidad. Hoy te hablo de la eterna juventud.
¿Es posible evitar el envejecimiento?
El objetivo más antiguo de la humanidad pudiera parecer, a primera vista, una obsesión con la vanidad: “Quiero mantenerme joven para seguirme viendo bien”. El “espejito, espejito” de Blancanieves así nos lo pinta, y otra vez, algo de razón tiene; pero si lo pensamos bien, lo que nos asusta de envejecer no es solamente lo que vemos en el espejo… también es el tronido de huesos que escuchas al agacharte, el dolorcito en el hombro que no se te quita, o la tos, que parecía parte de un resfriado y ya se quedó a vivir en tu pecho.
Tanto la vanidad como los golpes de la edad han estado presentes desde nuestros inicios, por eso la historia de la humanidad está llena de intentos, algunos muy locos, por mantener la juventud. Lo que te voy a contar es una probadita de todo lo que hemos pasado para llegar a los antídotos de envejecimiento que hoy propone la ciencia. Prepárate, porque te vas a dar cuenta de que la línea entre lo mágico y lo científico es, a veces, más delgada de lo que pensamos.
De los jugos metálicos a la leche de burra
No sé si los chinos habrán sido los primeros, pero estoy seguro de que fueron los más arriesgados. Siglos antes de Cristo, los alquimistas chinos creían que podían encontrar una fórmula para la inmortalidad, y estaban tan comprometidos que no se limitaban a experimentar con plantas o animales. Cuando se acabaron los primeros recursos en los que cualquiera pensaría para hacer una medicina, empezaron a consumir mezclas de mercurio, arsénico y oro. ¿Te imaginas desayunarte un huevito con un licuado de metales pesados? Con el tiempo, y ante las evidentes fallas en sus pruebas, estos alquimistas se dieron cuenta de que estaban más cerca de la muerte que de la inmortalidad. Pero no todos los casos son igual de desastrosos, por más locos que parezcan.
En el antiguo Egipto, por ejemplo, Cleopatra Séptima no sólo era famosa por su inteligencia y habilidades políticas, sino también por su búsqueda de la belleza. Obsesionada con su imagen, y siendo la influencer de moda en la época, Cleopatra tenía distintos rituales para mantener una piel joven, y uno de ellos era bañarse en leche de burra. (Sí, leche de burra). ¿Te suena muy extravagante? Pues déjame decirte que no estaba para nada equivocada. Hoy sabemos que la leche de burra contiene ácido láctico, un componente que ayuda a la renovación celular y mejora el estado de tu piel. No te voy a decir que en la actualidad se utilicen los baños de leche de burra en las clínicas de belleza, pero el ácido láctico sí forma parte de los ingredientes usados en cosméticos y tratamientos dermatológicos. ¿Qué tal? Los alquimistas chinos descubrieron nuevas formas de morir, pero Cleopatra sí encontró lo que buscaba. El paso del tiempo jugó a favor para ella, pero tampoco es que sea la regla.
En Europa, durante la época medieval, la belleza, la salud y la juventud se medían por el tono de tu piel: mientras más pálida, mejor. (Sé lo que estás pensando, más allá de que los tiempos han cambiado, el tono de piel sigue siendo, para muchos, una forma de medir la belleza, algo completamente fuera de la realidad; pero esto era la exageración total: ¿la blancura de tu piel como sinónimo de salud y juventud? Y espérate, porque se pone más interesante). Puede ser que ya te estés imaginando de dónde nació esta medida, pero por las dudas te lo cuento. Resulta que los tonos de piel menos pálidos estaban relacionados con los trabajos en el campo, mientras que la “pureza” de un rostro blanco reflejaba riqueza, buena clase social y tiempo en casa, con lo que llegaban a la conclusión de una vida saludable y bien acomodada. Hoy en día, pasar una semana sin moverte de tu cuarto debe ser una de las prácticas menos recomendadas por un médico, pero por aquellos tiempos la cosa era distinta.
Para no hacerte largo el cuento, esto se volvió una competencia de quién se parece más a un fantasma: Hombres y mujeres empezaron a usar cosméticos, polvos y cremas hechas con plomo, con lo que consiguieron aclarar su piel… pero también terminaron envenenados. No parece que les importara tanto, porque lo siguieron haciendo hasta el renacimiento, pero nos queda claro que su aporte al descubrimiento de la eterna juventud, al menos con esta práctica, es igual a nada.
Casos como estos hay muchos a lo largo de la historia, pero volvamos a la actualidad, que es lo que más nos importa. Y ahora sí, apunta porque se viene la receta secreta.
La ciencia de detener el envejecimiento
Primero quiero aclarar algo, porque no falta quién diga que en otros tiempos también pensaban tener la respuesta.
No podemos comparar lo que se hacía antes con lo que se hace ahora, simplemente porque hoy la ciencia es capaz de cosas que antes ni siquiera podían imaginarse, como aNalizar las células de nuestro cuerpo, su ciclo de vida y sus funciones, e incluso renovar su salud para mejorar nuestra vida. (Tampoco quiero ser irresponsable con mi comentario, porque desconozco cómo habrán llegado Cleopatra y su equipo a la conclusión de bañarla en leche de burra). En pocas palabras, no sé si esto que te voy a contar es lo más cerca que vamos a estar de detener el envejecimiento, probablemente no, pero lo que es un hecho, con todo el respaldo científico, es que funciona.
Los avances científicos y nutricionales nos han dejado muy claro que la dieta, el ejercicio y el manejo del estrés juegan un papel importante en cómo envejecemos; pero eso ya lo escuchamos en todos lados, vamos más allá. La investigación sobre las células de nuestro cuerpo, como veíamos antes, nos dice que si podemos mantener su funcionamiento en buenas condiciones, estaremos retrasando nuestro envejecimiento. ¿Qué tal? Sin licuados de mercurio.
Ya sabemos que la clave de la eterna juventud está en nuestras células, pero, ¿qué hacemos con ellas? En términos generales es bastante sencillo: darles mantenimiento. ¿Qué hacemos cuando queremos que una máquina siga funcionando perfectamente?
- Reparamos sus daños
- Recargamos su batería
- Le damos una limpieza profunda
Entrar a nuestro cuerpo con una escoba y herramientas mecánicas es imposible, pero resulta que existen compuestos, que funcionan como herramientas, y nos ayudan a cumplir el objetivo. Te voy a dejar 3 que resuelven estas tareas. Existen otras, también importantes, de las que hablaremos en otros artículos, pero estas son para mí como la santísima trinidad de la salud celular.
La santísima trinidad de la salud celular
Resveratrol: reparando los daños
El resveratrol es un compuesto que se encuentra en las uvas rojas (y sí, por consecuencia también en el vino tinto). Pero, ¿qué tiene de especial? Voy a intentar hacerlo más simple que su nombre. El resveratrol actúa como un antioxidante potente, protegiendo nuestras células del daño causado por el paso del tiempo. Además estimula a unas proteínas llamadas sirtuinas, que son muy importantes para mantener nuestras células saludables y para reparar nuestro ADN. Es como si, después de tantos intentos, hubiéramos descubierto que la crema para blanquear la piel y mantenernos jóvenes iba por dentro, directo en la células, y en lugar de hacerla con plomo la hiciéramos con uvas… ¿Cómo te caería un vinito tinto?
Ya tenemos cubierta la parte de reparación de daños, ahora vamos con la recarga de batería.
Nicotinamida Ribósido y Mononucleótido: recargando energía
No te preocupes por el nombre complicado, en todos lados los encuentras como NR y NMN.
¿Te acuerdas cuando, en Navidad, te llegaba el juguete que habías pedido, lo abrías emocionado, y a la hora de jugar no podías porque venía sin baterías? Igual de importantes son las baterías en nuestras células, y estos dos elementos de nombre sencillo se encargan justamente de eso: aumentan los niveles de NAD+, una molécula esencial para generar energía en las células. Y tú dirás, “pero mi cuerpo ya incluía baterías”, pues sí, pero como en la vida, todo por servir se acaba. Con los años, los niveles de NAD+ en nuestro cuerpo van disminuyendo de forma natural, por eso necesitamos darle a nuestras células una recarga que se ve reflejada en la energía que tenemos para hacer las cosas. Sin pilas no funciona el muñeco.
Listas las reparaciones y las baterías, es momento de la limpieza.
Quercetina: limpiando el organismo
Si le hablas al plomero para que te repare una tubería, y te deja el baño funcionando, pero lleno de agua, no podríamos decir que lo dejó perfectamente. Con nuestras células es parecido, pero un poquito peor. Cuando nuestro cuerpo acumula células viejas que ya no funcionan es cuando comenzamos a ver las enfermedades asociadas con la edad, y notamos el envejecimiento en nuestra piel. La Quercetina es el elemento que hace una limpieza profunda para asegurar la salud de nuestro cuerpo; un componente que encontramos en distintas frutas y verduras, o como suplemento, y podemos incluir en nuestra dieta para mantenernos jóvenes.
A esta tercia de ases no hay jugada que le gane. Con las células reparadas, recargadas y desechadas podemos asegurar el mantenimiento adecuado de nuestro cuerpo, y estar, ahora sí, un paso más cerca de la eterna juventud. Claro que ningún suplemento sustituye la dieta balanceada, el ejercicio o el manejo del estrés; pero estarás de acuerdo conmigo en que esta información te puede cambiar la vida.
La idea de mantenernos siempre jóvenes puede sonar como sacada de Harry Potter, y es porque la ciencia está avanzando tan rápido en este campo que de verdad parece magia. Lo que comenzó con mezclas mortales y baños en leche de burra, hoy, gracias a la ciencia, puede ser una realidad.
La próxima vez que disfrutes de un vaso de vino tinto o te prepares una ensaladita, piensa en los pequeños pasos que estás dando hacia un futuro más saludable y, quién sabe, quizá hacia la eterna juventud.